Por el Dr. Eric Madrid

Cada ser humano es el autor de su propia salud o enfermedad”— Buda

ADVERTENCIA: la depresión es un problema de salud grave. Nunca deje de tomar un medicamento recetado sin antes consultar a su médico. Hable con su médico antes de agregar cualquier suplemento a sus medicamentos antidepresivos recetados.

La depresión es un trastorno del estado de ánimo relacionado con sentimientos de tristeza y pérdida de placer con la vida. Puede llegar a ser tan grave que puede llevar al aislamiento social, al abuso de sustancias e incluso al suicidio. En todo el mundo, millones de personas se ven afectadas por la depresión: puede producirse en cualquier persona, a cualquier edad y en cualquier condición socioeconómica. Con frecuencia, la depresión proviene de una infancia traumática o de experiencias adultas negativas que producen problemas sin resolver que son difíciles de sobrellevar. Sin embargo, a veces la depresión puede producirse sin una causa obvia.

Algunas enfermedades pueden parecerse a la depresión, tales como el trastorno de estrés postraumático (TEPT), hipotiroidismo, enfermedades autoinmunes o infecciones crónicas de bajo grado. Todo esto debe ser descartado en una persona de la que se sospecha que tiene depresión.

Los tratamientos más comunes incluyen asesoramiento profesional y medicamentos antidepresivos recetados. Los medicamentos recetados para la depresión aumentan los niveles de serotonina cerebral, un químico (neurotransmisor) que ayuda a enviar señales saludables de una célula cerebral a otra: los investigadores creen que un desequilibrio o reducción de los niveles de serotonina es lo que contribuye a los sentimientos de depresión. Sin embargo, también cada vez hay más pruebas de otros factores contribuyentes que pueden afectar el estado de ánimo, como el microbioma intestinal y la salud de las mitocondrias (las células productoras de energía del cuerpo).

Una persona con problemas digestivos y permeabilidad intestinal tendrá un crecimiento excesivo de bacterias “malas”, que liberan una sustancia llamada LPS (lipopolisacárido) en el torrente sanguíneo, lo que provoca un aumento de los síntomas de fatiga y depresión. Como resultado, reparar el intestino puede ser un primer paso decisivo para mejorar el estado de ánimo en general. Asimismo, según un estudio de 2011, la disfunción mitocondrial y la inflamación aumentan la probabilidad de depresión, por lo que mejorar la salud de las mitocondrias del cerebro podría tener efectos beneficiosos sobre el estado de ánimo.  

Dieta y depresión

La comida que ponemos en nuestro cuerpo puede tener un impacto significativo tanto en nuestro bienestar físico como en nuestra salud mental. Las dietas que consisten en exceso de azúcar, alimentos procesados, comida chatarra y harina enriquecida son deficientes para la salud del corazón y aumentan el riesgo de diabetes. Los estudios demuestran que las dietas con alto contenido de azúcar también pueden empeorar la depresión. Un estudio del 2015 en el American Journal of Clinical Nutrition, demostró que la mujer posmenopáusica que consumía una dieta con alto contenido de azúcar tenía un mayor riesgo de depresión. Un estudio de 2002 también apoyó la relación entre el alto consumo de azúcar y el inicio de la depresión. Incluso los refrescos dietéticos pueden afectar el estado de ánimo, según un estudio realizado en 2014. Este estudio concluyó que el consumo de bebidas endulzadas, incluyendo refrescos dietéticos, aumentaba el riesgo de depresión mientras que el consumo de café disminuía el riesgo de depresión.

El ejercicio como terapia

Es bien sabido que el ejercicio puede resultar útil para el corazón y el sistema circulatorio. Sin embargo, pocos se dan cuenta de que el ejercicio también es terapéutico para quienes presentan síntomas de depresión.

Un estudio realizado en 2006 en el European Journal of Public Health demostró que las mujeres que corrían cinco veces a la semana mejoraban sus síntomas de depresión en comparación con las que no hacían ejercicio. Un estudio de 2002 mostró quienes tenían 65 años o más tenían una reducción de 30 por ciento en los síntomas de depresión con actividad y ejercicio en grupo en comparación con quienes no participaban en el ejercicio en grupo. Los estudios también han demostrado que el ejercicio ayuda a aumentar la densidad mitocondrial (energía) en el cerebro, una posible explicación de cómo el ejercicio puede ayudar a reducir la depresión.

Las personas que padecen enfermedades crónicas tales como enfermedades cardíacas o diabetes deben consultar con su médico antes de comenzar una nueva rutina de ejercicios.

Toxinas ambientales

Evitar las toxinas es fundamental para la salud en general. El consumo de frutas y verduras orgánicas es un buen punto de partida, ya que algunos estudios han indicado que una mayor exposición a los pesticidas aumenta el riesgo de depresión. También se aconseja beber agua de botellas de agua sin BPA y usar productos de salud, baño y belleza sin toxinas.

Suplementos primarios para la depresión

Ácidos grasos esenciales

Los ácidos grasos esenciales omega 3 se componen principalmente de ácido eicosapentaenoico (EPA) y ácido decosahexaenoico (DHA). Un estudio realizado en 2014 en el Nutrition Journal demostró que la mayoría de los estadounidenses no consumen suficientes ácidos grasos esenciales omega 3, que se pueden encontrar en una variedad de fuentes de alimentos, tales como el pescado (la caballa, el bacalao y el salmón están entre los más ricos), las nueces, semillas de chía, semillas de linaza, semillas de cáñamo y el natto.

Un importante componente del cerebro humano son los ácidos grasos, por lo que su papel en el estado de ánimo no es sorprendente. Un estudio de 2018 mostró que las mujeres que complementaron su dieta con aceites de pescado omega 3 durante el embarazo o inmediatamente después eran menos propensas a padecer depresión posparto.

Además, un estudio de metaanálisis de 2009 concluyó que los aceites de pescado omega 3 podrían resultar útiles en el tratamiento de los trastornos depresivos. De manera similar, un estudio de 2014 también demostró que los aceites de pescado omega 3 son beneficiosos en el tratamiento de las personas que padecen un trastorno depresivo mayor.

Dosis sugerida: 1000 a 2000 mg una o dos veces al día.

Vitamina D

En mi consultorio médico del sur de California, un lugar donde tenemos cielos soleados más de 300 días al año, cuatro de cada cinco (80 por ciento) de mis pacientes tienen deficiencia clínica de vitamina D, definida por un nivel en la sangre de 30 ng/ml (75 nmol/l) o menos.

Un estudio doble ciego controlado con placebo en 2018 demostró que los pacientes con enfermedad intestinal inflamatoria y depresión vieron reducciones significativas en sus síntomas de depresión cuando se les dio reemplazo de vitamina D. Otro estudio de metaanálisis de 2018 en 948 pacientes concluyó que “la suplementación con vitamina D tuvo un impacto favorable en los índices de depresión en la depresión mayor con un efecto moderado”.

Dosis sugerida: 2000 IU a 5000 IU diarias.

Magnesio

Un importante “cofactor” de minerales y enzimas que interviene en más de 350 reacciones químicas en el cuerpo humano. Una ingesta adecuada de alimentos ricos en magnesio, entre los que se incluyen las hortalizas de hoja verde, es fundamental. Con frecuencia, la dieta no es suficiente y se requiere un suplemento. Según un estudio de 2009, el 68 por ciento de los estadounidenses consume menos que la cantidad diaria recomendada por Estados Unidos (RDA). Para los hombres, esto es 420 mg al día y para las mujeres, 320 mg al día.

Ciertos medicamentos aumentan el riesgo de una deficiencia de magnesio. Estos medicamentos incluyen reductores de ácido (por ejemplo, omeprazol, pantoprazol, ranitidina) y diuréticos (por ejemplo, furosemida, triamtereno, hidroclorotiazida).

El magnesio puede ser útil para las personas con depresión. Los estudios han demostrado que las personas con depresión tienen niveles más bajos de magnesio en el cerebro en comparación con las personas sin depresión. Además, el bajo contenido de magnesio en la sangre reduce los niveles de serotonina en el cerebro.

Dosis sugerida: 125 a 500 mg al día.

Zinc

Los estudios han mostrado que las personas con depresión son más propensas a tener niveles más bajos de zinc en la sangre. Un estudio realizado en 2017 en Frontiers in Pharmacology apoyó la importancia del zinc en quienes padecen depresión. El mismo estudio también mostró que la reposición de zinc podría resultar útil para tratar la psicosis. El zinc se puede encontrar en la mayoría de los multivitamínicos o como un suplemento separado.

Dosis sugerida: 25 mg al día.

Vitamina B12

La vitamina B12 (también conocida como cobalamina o cianocobalamina) es un nutriente importante que su cuerpo necesita para ayudar a optimizar la salud del cerebro, los nervios y la sangre. Sin embargo, a pesar de su importancia, existe mucha evidencia que demuestra que las personas en todo el mundo tienen deficiencia de este nutriente esencial.   

Además, las vitaminas B2 (riboflavina), B6 (piridoxina) y B9 (folato) también han demostrado ser beneficiosas para la salud neurológica. Muchas personas toman un complejo B para asegurarse de que se están tomando todas las vitaminas B.

SAMe

En una publicación de 2002 de los Institutos Nacionales de Salud, se encontró que la SAM-e  es útil para reducir los síntomas relacionados con la depresión. Un estudio realizado en 2016 demostró que la SAM-e, cuando se usa además de un medicamento ISRS, también proporciona un beneficio adicional en el tratamiento de la depresión.

En un estudio de 2004 de pacientes que no respondieron a los medicamentos antidepresivos convencionales recetados por su médico, la SAM-e ayudó con éxito a que el 43 por ciento de los pacientes mejoraran.

Además, un estudio controlado aleatorio doble ciego de 2010 de pacientes con depresión mayor demostró que había una mejoría significativa cuando se agregó SAM-e a su medicamento recetado en comparación con un placebo (píldora de azúcar). Por último, un estudio más reciente de 2015 demostró beneficios similares cuando se administraron de 800 a 1600 mg de SAM-e a pacientes deprimidos durante 16 semanas, al igual que un estudio de 2016.  

Dosis sugerida: 800 a 1600 mg al día. 

La evidencia adicional de que se necesita un enfoque holístico proviene de un estudio de 2016, que concluyó que “la evidencia actual respalda el uso complementario de SAM-e, metilfolato, omega 3 y vitamina D con antidepresivos para reducir los síntomas depresivos”. En otras palabras, quienes tomaron más de un suplemento nutricional lograron mejores resultados.

Suplementos secundarios para la depresión

Si los suplementos primarios no parecen proporcionar el objetivo deseado, entonces se puede considerar la posibilidad de añadir estos suplementos secundarios.

5-HTP

Un estudio de 2017 mostró que el 5-HTP, cuando se administra con monohidrato de creatina, podría ayudar a mejorar los síntomas de depresión en aquellas personas que no mejoraron al tomar antidepresivos farmacéuticos.

Monohidrato de creatina

Un estudio realizado en 2012 demostró que el monohidrato de creatina podría ser útil en aquellos con depresión resistente a los ISRS. Como se mencionó anteriormente, cuando la creatinina fue tomada con 5-HTP, los síntomas de depresión también mejoraron.

Toronjil

En un estudio realizado en ratas, se encontró que el toronjil aumenta la actividad serotoninérgica. Las ratas que recibieron agua con extracto de toronjil presentaron un “comportamiento depresivo considerablemente reducido” en comparación con las ratas que recibieron un placebo [iii]. Esto sugiere que el toronjil puede desempeñar un papel importante en la ayuda de los síntomas de la depresión.

Rhodiola

Un estudio de 2016 en fitomedicina demostró que la rhodiola  podría ser un tratamiento efectivo para quienes padecen depresión, ya que puede ayudar a equilibrar los neurotransmisores del cerebro.

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